Cincuenta años después de su lanzamiento, Bohemian Rhapsody sigue siendo una de esas canciones imposibles de clasificar. Ni balada, ni ópera, ni rock puro: es todo a la vez. El tema, lanzado el 31 de octubre de 1975, transformó las reglas del género y consolidó a Queen como una de las bandas más innovadoras de la historia.

En una época dominada por la música disco y el punk emergente, Freddie Mercury propuso algo que parecía una locura, una canción de seis minutos sin estribillo, dividida en varios actos y con un segmento operístico en el centro. La discográfica intentó recortarla, pero el grupo se mantuvo firme. Aquella osadía terminó marcando un antes y un después en la música moderna.

Grabada en los estudios Rockfield de Gales bajo la producción de Roy Thomas Baker, Bohemian Rhapsody fue una hazaña técnica. Brian May, Roger Taylor y Mercury grabaron más de 180 pistas vocales, sobreponiendo capas una y otra vez hasta casi volver transparente la cinta.

Sin ordenadores ni inteligencia artificial, todo se hizo manualmente, con tijeras y cinta magnética, creando una pequeña ópera rock en seis minutos que, medio siglo después, sigue sonando atemporal.

“Solo quería meter algo de ópera en un contexto de rock and roll. ¿Por qué no?”, dijo alguna vez Mercury. Esa mezcla, tan improbable como genial, dio forma a una composición con múltiples transiciones: una introducción a capela, una balada melódica, una sección operística, un estallido de hard rock y un cierre casi celestial.

El lanzamiento del sencillo trajo la revolución del videoclip. Incapaz de recrear la parte operística en televisión, Queen decidió grabar un clip promocional. Filmado en apenas cuatro horas por Bruce Gowers, el video con los rostros iluminados sobre un fondo negro cambió para siempre la relación entre música e imagen. Hoy se considera el punto de partida del videoclip moderno, mucho antes de MTV y YouTube.

El éxito fue inmediato. La canción permaneció nueve semanas en el número uno en Reino Unido y se convirtió en un himno global. Décadas después, su aparición en la película Wayne’s World (1992) reavivó su popularidad en Estados Unidos, acercándola a nuevas generaciones.

Su significado, en cambio, sigue envuelto en misterio. “No sé realmente de qué trata”, reconoció el propio Mercury, prefiriendo dejar que cada oyente construyera su interpretación. Tal vez esa ambigüedad sea parte del encanto: empieza con una pregunta existencial —“¿Es esto la vida real o tan solo una fantasía?”— y termina con una catarsis imposible de olvidar.

Cinco décadas después, Bohemian Rhapsody continúa siendo una experiencia emocional y artística única. Fue elegida por la BBC como la mejor canción de los últimos 50 años y ocupa el puesto 17 en la lista de las 500 mejores canciones de la historia de Rolling Stone. Y aún hoy, cuando Brian May la interpreta en vivo, confiesa: “Nunca me canso de tocarla. Siempre es un reto… y todo el mérito es de Freddie. Es su obra maestra”.

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