System of a Down transformó este 25 de abril el Estadio El Campín de Bogotá en un santuario de metal, marcando el arranque de su Wake Up! South America Stadium Tour. Ante más de 40,000 almas, la banda armenio-estadounidense desató un setlist de 34 canciones que fusionó himnos clásicos, rarezas y un poderoso mensaje cultural, reafirmando su legado como titanes del género.

Un ritual de raíces y rebeldía
A las 9:00 p.m., el silencio del estadio se rompió con “Der Voghormia”, un canto tradicional armenio que, por primera vez en su historia, abrió un concierto de la banda. Las luces en rojo, morado y naranja de la bandera de Armenia envolvieron el Campín, rindiendo homenaje a las raíces de Serj Tankian, Daron Malakian, Shavo Odadjian y John Dolmayan.
El himno dio paso a “Attack”, un tema ausente desde 2015, desencadenando una explosión de energía que no decayó en las casi dos horas de show.

El repertorio fue un viaje por su discografía, equilibrando clásicos como “Chop Suey!”, “Toxicity” y “B.Y.O.B.” con joyas poco tocadas como “Streamline” (primera vez desde 2005), “Marmalade” y “Roulette”. “Bounce” y “Psycho” (con un guiño a los Bee Gees) incendiaron la gramilla, mientras “ATWA” y “Aerials” crearon momentos de introspección colectiva.
“Lonely Day”, con un toque inesperado de Madonna, humanizó la furia del metal. La inclusión de “Genocidal Humanoidz” y “Protect The Land”, lanzados en 2020 para apoyar a Armenia, subrayó el compromiso político de la banda.

Un legado que une generaciones
Formada en 1994 en Glendale, California, System of a Down ha marcado dos décadas con su mezcla de metal alternativo, crítica social y raíces armenias. Su concierto en Bogotá, el primero en Colombia desde 2015, agotó boletería en horas, reuniendo a treintañeros nostálgicos y jóvenes descubriendo el género. La producción, sobria pero impactante, con luces que acompañaban cada riff y golpe de batería, elevó la experiencia sin opacar la potencia de la música.
El show no fue solo un concierto, sino una catarsis colectiva. Las letras cargadas de denuncia, amor y resistencia resonaron en un público que cantó al unísono, convirtiendo el Campín en un espacio de unión generacional.
Disponible para revivir en plataformas como YouTube a través de videos de fans, este regreso dejó una huella imborrable. System of a Down no solo despertó a Bogotá: recordó al mundo por qué su música sigue siendo un manifiesto.






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